Época: Arte carolingio
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
Arte carolingio

(C) Isidro G. Bango Torviso



Comentario

La arquitectura carolingia experimentará múltiples soluciones para configurar un espacio templario que haga posible el desarrollo funcional de los usos litúrgicos romanos que, a partir de estos momentos, se irán generalizando a todas las iglesias cristianas europeas. Si no se puede decir que ahora se crean las principales tipologías, es indudable que las experiencias carolingias son el germen del que arrancan no sólo soluciones espaciales de carácter funcional, sino también aspectos básicos de la estética monumental del templo medieval. La renovación del espacio v las formas templarias se inicia ya en la época de Pipino, cuando se producen las primeras manifestaciones de la liturgia romana sustituyendo al viejo ritual galicano.El valor carismático de la Roma constantiniana introduce en la orientación de las basílicas un cambio radical que ya hacía tiempo había sido superado. Los ábsides de los templos romanos del siglo IV se ubicaban en la parte occidental, de tal manera que sólo el celebrante de la eucaristía permanecía correctamente orientado hacia el nacimiento del sol. Este defecto se corrigió en la segunda mitad de siglo, pero las grandes construcciones constantinianas mantuvieron su orientación. Los constructores carolingios, en su afán de mimetismo, adoptaron la moda de situar al Occidente los santuarios de algunos de sus templos, dando también un tratamiento monumental al extremo oriental. De esta manera el conjunto basilical adquiría un característico aspecto bipolar que terminará por convertirse en una constante arquitectónica de los templos renanos.La iglesia monástica de Fulda, construida durante el abadiato de Ratgar (791-819), disponía al oeste, sobre la tumba de san Bonifacio, el santuario; a su vez, existía otro oriental. La causa de esta occidentalización nos la aclara la "Vita Eigilis", donde se nos dice que se imitaba el uso romano (in parte occidua Romano more peractam). Aunque esta fórmula no era la más frecuente, tal como nos explica Walafrido Estrabón (escritor del siglo IX), son muchos los templos que nos ilustran sobre su uso: iglesia del plano de Sankt-Gallen, la de Saint-Maurice de Agaume y catedral de Colonia entre otros.La monumentalidad del extremo occidental se conseguía en otras ocasiones, con una compleja estructura torreada. Después de los estudios del alemán Effman sobre la iglesia de Centula, se ha aceptado por los historiadores de la arquitectura el término de "westwerk" para denominar esta parte del templo. Viejas descripciones y excavaciones arqueológicas han denunciado la existencia del "westwerk" en numerosas iglesias carolingias; sin embargo, tan sólo ha llegado hasta nosotros íntegro en un monumento, la abadía de Corvey (Westfalia). La iglesia se construye por Wala, antiguo abad de Corbie, entre el 822 y el 844; antes del 873, se iniciaron las obras del cuerpo torreado occidental. El esquema de Corvey puede servimos de modelo genérico que nos informe de su estructura. Una fachada torreada abre en su centro la puerta que comunica con el vestíbulo en la planta baja, llamada cripta; sobre ésta, un piso, conocido por quadrum, sirve de tribuna a la iglesia, pero, a su vez, es una iglesia en sí misma que tiene en su centro un altar y un piso de palcos en su entorno. Tardíamente, se coronará con un cuerpo de campanas (Turris clocaria).Tan compleja edificación ha servido para que los investigadores hayan aventurado múltiples y mixtificadas interpretaciones funcionales. Desde la antigua y ya desechada tesis de la historiografía alemana, que explicaba su origen en un posible uso imperial, hasta la más reciente de Carol Heitz que veía en estos conjuntos un santuario monumental dentro del templo. Esta última función podría ser compatible con otras más específicas, como "schola cantorum", "galilea" o templos para laicos en iglesias monásticas, tal como veremos en construcciones del primer románico. Junto a una función concreta, es evidente que esta construcción también tuvo una importante significación simbólica: los textos coetáneos la denominan "turris" o "castellum", viendo en ella el símbolo de la fortaleza espiritual que se enfrenta a las fuerzas del mal. En este mismo sentido se ha interpretado el epígrafe existente en Corvey que alude a la Jerusalén celeste, pues sus constructores veían en su "westwerk" la materialización de un símbolo. Este carácter emblemático contribuyó en la cristalización de un conjunto de nártex y fachada torreada que, a través del románico y del gótico, terminó por convertirse en un estereotipado anagrama del templo cristiano.La sociedad carolingia fundamentó muchos aspectos de su fe en un excesivo culto a las reliquias de los mártires. La problemática iconoclasta bizantina contribuyó a que la jerarquía político-religiosa permitiese ciertos excesos en la veneración de los cuerpos santos para evitar en Occidente una crisis similar a la oriental. Comunidades monásticas y catedralicias atesoraban un número cada vez más creciente de reliquias sacras, los fieles acudían en masa a los templos para postrarse suplicantes ante ellas. Todo esto obligó a una reordenación del espacio templario, que permitiese la creación de ámbitos, donde se celebrasen ceremonias litúrgicas martiriales, y se facilitase el acceso de los fieles para su contemplación y veneración. La creación de estos microespacios y su articulación con la gran nave eclesial obligó a multitud de riquísimas experiencias constructivas, algunas de ellas contribuyeron decisivamente en el origen y desarrollo de elementos del templo medieval tan importantes como la girola.La cripta, como espacio destinado a albergar los cuerpos de los mártires cristianos, había surgido en las basílicas romanas durante el pontificado del papa Gregorio el Grande (590-604). Al difundirse por todo el imperio carolingio los cuerpos de los mártires romanos, también se adoptaron las fórmulas arquitectónicas que los contenían en sus lugares de origen. Se trataba de un tipo sencillo, conocido por los historiadores como cripta anular: bajo el santuario, teniendo el piso de la nave a un nivel intermedio entre éste y la cripta, se desarrollaba un pasillo semicircular que contorneaba todo el interior del ábside, abriéndose en el centro una cámara (confesio), donde se depositaba el sarcófago de las reliquias. Saint-Denis, Saint-Maurice de Agaume y San Lucio de Coira podrían ejemplarizar una secuencia cronológica, de fines del VIII y comienzos del IX, para el inicio de la serie, mientras que en la catedral de Colonia, durante la segunda mitad del IX, tendríamos el tipo más evolucionado y maduro.La necesidad de crear varias cámaras para las numerosas reliquias obligó a vaciar el subsuelo de partes, cada vez más amplias, de los templos y articular una red de pasillos que las comunicasen. Este tipo de cripta se llama mina y los ejemplos más significativos los podemos ver en la basílica de Eginardo en Steinbach o en Saint-Médard de Soissons. El deseo de concitar en torno al cuerpo santo un número mayor de fieles que asistan a la celebración de determinados actos rituales en honor del mismo obliga a abrir espacios más amplios, verdaderos oratorios o pequeñas iglesias subterráneas. Algunas veces, estas criptas estaban condicionadas en su desarrollo espacial por mantener estructuras arquitectónicas previas, así ocurre en Saint-Germain d'Auxerre, donde el cuerpo de San Germán se conserva en un pequeño espacio basilical de tres naves. Otras veces se consigue un espacio más amplio mediante el empleo de cuatro soportes (columnas o pilares), por lo que se la denomina cripta baldaquino.Un gran espacio central, situado al este del conjunto de criptas, se construyó en Saint-Germain d'Auxerre y en San Pedro de Flavigny. Su advocación a la Virgen y el sentido funerario de estas dependencias demuestran claramente la intención de los constructores, un oratorio mariano a la manera de una Sancta Maria Rotunda. En cierta manera se conjugaba aquí, cristianizándolo, el tema clásico de la diosa madre que acoge en su seno a sus hijos, los hombres muertos. La viejísima tipología arquitectónica de los enterramientos circulares y cupulados, utilizada para grandes mausoleos cristianos en época constantiniana, es asimilada, a partir de este período, con edificios de culto relacionados con la muerte. La iglesia del cementerio de San Miguel de Fulda presenta ya la forma circular que definirá tantas iglesias funerarias del medievo. Por lo que sabemos, su constructor, el abad Eigil (820-822), dispuso que fuese realizada a imitación del Santo Sepulcro de Jerusalén.El monacato benedictino consolidó definitivamente su protagonismo hegemónico entre las diferentes órdenes monásticas de la Europa carolingia. Será ahora cuando se fije, casi definitivamente, el arquetipo de conjunto monasterial. La clausura monástica se centraba sobre el claustro y las dependencias de su entorno. El esquema de estas edificaciones, que permanecerá invariable durante siglos, presenta tal madurez y funcionalidad que demuestra ser fruto de una larga experimentación previa. Las realizaciones arquitectónicas de monjes norteafricanos, insulares, galos e hispanogodos contribuyeron decisivamente en la configuración de este esquema.